LOS CABALLEROS HIJOSDALGOS DE HIGUERA DE ARJONA.
En el libro: Hidalguías de Jaén escrito por Mariano Sáez Gámez, en su página 102, 103 y 104 aparecen relacionados en su apartado b) los caballeros hijosdalgos de Higuera de Arjona, se trata de la relación de seis personajes varones que eran reconocidos por ese título, después se citan diez caballeros hijosdalgos de Andujar residentes en Higuera de Arjona, a continuación dos de Jaén también residentes, uno de Úbeda, otro de Arjonilla, otro de Villa del Río también residentes, y termina la relación con el médico Miguel de Campos.
El documento comienza mediada la página 103 y tras una breve relación de los datos históricos los enumera. El texto dice así:
HIGUERA DE ARJONA
a) Datos históricos. La población de esta villa era de 102 vecinos, en los que se incluían dos clérigos sacerdotes, y 95 casas.
Era villa de Su Majestad, como administrador perpetuo de la Orden de Calatrava por autoridad apostólica, de la cual fue encomienda, ignorando los declarantes“si fue señorío y por qué pertenecía a dicha Orden, partido de Martos”.
b) Caballeros hijosdalgos de Higuera de Arjona:
JUAN DELGADO REINOSO. Viudo de Doña María de Lara, de sesenta y un años, hijosdalgo un hijo mayor de dieciocho años, don Juan Delgado.-24.
MANUEL DE MONTORO.Caballero hijosdalgo, viudo, sesenta años. Calle Llana.- 55.
ANDRÉS DE MONTORO. Hijosdalgo, labrador, casado con doña Isabel de Salas, de cuarenta y dos y cuarenta años respectivamente. Hijos. Don Alonso de diecisiete años; don Juan de once; doña Elena, de veintiuno. (Hasta aquí en Página 103)
(Comienza la página 104) doña Isabel, de seis; doña Teresa de tres, y doña Mariana, de seis meses.-68.
JOSE DE MONTORO. Hijosdalgo, mozo, de cuarenta años, labrador por mano propia. Hermanas: doña María y doña Isabel. Calle Llana.-56.
FRANCISCO MONTORO MARTÍNEZ. De estado noble, cincuenta y tres años, calle Llana, labrador, casado con doña Micaela Villar. Hijos: don Alonso, de veinticuatro años; don Diego, de veintidós; don Juan, de diecinueve, capellán, doña Casta María, doña Elena y doña Isabel.-83.
FRANCISCO MONTORO CANO. De estado noble, sesenta y cinco años, viudo, labrador. Hijos: don Pedro, de treinta y cinco años; doña Juana, de cuarenta y siete y doña María, de veintiocho años.-93
c) Eclesiásticos del estado de hijosdalgos, o que estaban en posesión de igual fuero en caso de haberlos. No había ninguno.
d) Hacendados forasteros y miembros de la nobleza titulada residentes en Higuera de Arjona o del estado noble.
Andujar
DIEGO DE CARDENAS Y MIRANDA. Conde de la Quintería.
JUAN DE CARDENAS PONCE DE LEON. Hijodalgo.
GARCÍA SIRVENTE PÉREZ DE VARGAS. Hijodalgo.
JOSE SIMEÓN DE TAVIRA. Marqués del Cerro de la Cabeza.
EUFRASIO PEREZ DE VARGAS Y SIRVENTE. Hijodalgo.
MIGUEL JURADO. Marqués de Santa Rita.
JUAN DE OCA Y PALOMINO. Hijodalgo.
GONZALO MORALES DE HINESTROSA. Hijodalgo.
BERNARDINO MORENO Y NICUESA. Hijodalgo
FRANCISCO DE CARDENAS Y MANRIQUE. Hijodalgo.
Jaén
LUIS BORBON. Hijodalgo.
SEÑORA CONDESA DE CAZALLA (Final de la página 104)
(Comienza la página 105)
Úbeda
DIEGO MANUEL MESSIA. Corregidor de Murcia.
Arjonilla
JERONIMO SALCEDO JAVALERA. Hijodalgo.
Villa del Río
ANTONIO PÉREZ DE VALENZUELA.
e) Individuos del Estado General, por razón de su profesión o cargos relevantes.
MIGUEL DE CAMPOS. Médico.¬-98
Después de su lectura compruebo que el plan seguido en la confección de este estudio ha sido la catalogación pueblo por pueblo, siguiendo un mismo esquema para todos según las declaraciones guardadas en los volúmenes del Catastro del Marqués de la Ensenada, 1752. Para seguir una misma línea de exposición se han agrupado los datos en los mismos apartados para todas las poblaciones, así se ha comenzado con datos históricos o curiosos aportados por los entrevistados con el fin de evitar la aridez y monotonía que conlleva la simple enumeración y reseña de las personas y sobre todo para relacionar a cada hijosdalgo con su medio, por lo que se comienza por aportar datos históricos o curiosos, que fue posible hallar. Después va la enumeración de hijosdalgos según hemos comprobado.
Es de destacar en el apartado b) que de los seis reseñados hay cinco con el apellido Montoro, tres hermanos DE MONTORO y otros dos con el apellido MONTORO de primero cambiando el segundo.
En el apartado d) aparecen el Conde de la Quintería y dos Marqueses el del Cerro de la Cabeza y el de Santa Rita y el resto hijosdalgos de los que como los anteriores, eran naturales de Andujar vivían en Higuera de Arjona.
De Jaén aparece la condesa de Cazalla, siendo el resto hijosdalgos.
Al final de estudio van los índices sistematizados, uno por apellidos y el otro por localidades.

Hijosdalgo medieval.
Los nombres de los antedichos: don Francisco Montoro Martínez y don Andrés de Montoro aparecen en el documento original en el que se contesta a las preguntas de los responsables del documento, el primero lo hace como alcalde honorario y el segundo parece que como tesorero.
Algunos de los referidos hijosdalgos dicen vivir en la calle Llana, también conocida desde antiguo como Calle Real, la hoy denominada Calle Ramón y Cajal. Al menos los hermanos Manuel y José de Montoro se señala que vivieron en la casa número 55 y 56 de la calle respectivamente. Desconozco cuándo se paso a denominar Calle Real, pero deduzco que los hijosdalgos por allí asentados, como cargos importantes del pueblo, denominarían así a la calle y situarían allí su Ayuntamiento, en lo que fue el reducto de viviendas mas habitado por los hijosdalgos, en el que por supuesto estaba también la Ermita de Jesús, después conocida como El Santo.
Desconocemos, si los números de las casas hoy guardan la numeración antigua, si fuese así alguno nos encontraríamos la sorpresa de haber vivido en casa de DON MANUEL DE MONTORO.
Ha servido de base documental para el trabajo sobre las Hidalguías de la provincia de Jaén, un análisis meticuloso de los numerosos volúmenes que constituyen el llamado Catastro del Marqués de la Ensenada, actuaciones que en nuestra provincia, como en las demás de España, se llevaron a efecto en el año 1752. Actuaciones realizadas en nuestro pueblo para el establecimiento de la Única Contribución. Dichos volúmenes se conservan en el Archivo de Hacienda de la ciudad de Jaén.
En esta época de 1752 se va produciendo la decadencia de este estamento nobiliario español de modo progresivo, produciendo su desaparición cuando la meticulosidad de la administración de los reyes Borbones fue cortando todo lo que suponía privilegios que mermasen los ingresos del erario nacional.
Algunos de los referidos hijosdalgos dicen vivir en la calle Llana, también conocida desde antiguo como Calle Real, la hoy denominada Calle Ramón y Cajal. Al menos los hermanos Manuel y José de Montoro se señala que vivieron en la casa número 55 y 56 de la calle respectivamente. Desconozco cuándo se paso a denominar Calle Real, pero deduzco que los hijosdalgos por allí asentados, como cargos importantes del pueblo, denominarían así a la calle y situarían allí su Ayuntamiento, en lo que fue el reducto de viviendas mas habitado por los hijosdalgos, en el que por supuesto estaba también la Ermita de Jesús, después conocida como El Santo.
Desconocemos, si los números de las casas hoy guardan la numeración antigua, si fuese así alguno nos encontraríamos la sorpresa de haber vivido en casa de DON MANUEL DE MONTORO.
Ha servido de base documental para el trabajo sobre las Hidalguías de la provincia de Jaén, un análisis meticuloso de los numerosos volúmenes que constituyen el llamado Catastro del Marqués de la Ensenada, actuaciones que en nuestra provincia, como en las demás de España, se llevaron a efecto en el año 1752. Actuaciones realizadas en nuestro pueblo para el establecimiento de la Única Contribución. Dichos volúmenes se conservan en el Archivo de Hacienda de la ciudad de Jaén.
En esta época de 1752 se va produciendo la decadencia de este estamento nobiliario español de modo progresivo, produciendo su desaparición cuando la meticulosidad de la administración de los reyes Borbones fue cortando todo lo que suponía privilegios que mermasen los ingresos del erario nacional.
Hijosdalgos de la Cofradía de Caballeros Hijosdalgos de Andujar, que constituyeron en 1245 la primera Hermandad de la Virgen de la Cabeza.
Pero ¿Qué son los hidalgos o hijosdalgos?
Hidalgo es en su definición "aquella persona que por su sangre pertenece a una clase noble y distinguida".
¿Cuál es el origen de los hidalgos? Comencemos por la denominación de "Hijosdalgo" es decir "Hijos de algo", esto es, que sus ascendientes se hubieran distinguido por sus hechos o por su posición. Que hubieran tenido "algo". La etimología de la palabra está perfectamente clara.
Primitivamente en los reinos de Castilla y León, los hidalgos se conocieron con el nombre de "infanzones", voz que fue quedando en desuso hasta que sólo quedó en Aragón. Pero unos y otros, los hidalgos castellanos y los infanzones aragoneses dependían directamente del rey.
En escritos del Príncipe don Juan Manuel encontramos un concepto muy antiguo de la nobleza como estamento cuando dice que “los caballeros son para defender et defienden a los otros et los otros deben pechar et mantener a ellos”. Razonamiento que el Arcipreste de Hita, siempre agudo y socarrón, pone en tela de juicio cuando refiriéndose a esta orden militar, afirmaba que estaba presta para recibir mercedes, pero no tanto para acudir a la lid.
En Castilla existió una muy amplia legislación sobre los hidalgos, comenzando por el Fuero viejo, calificado como el "Código de los Hijosdalgos", y siguiendo con el Fuero Real, las leyes de Partidas, el Ordenamiento de Alcalá y la Novísima Recopilación.
Padrón original de los Hijosdalgos.
La hidalguía, según las Partidas de Alfonso X El Sabio, es "la nobleza que viene a los hombres por su linaje". En Castilla, la hidalguía, en contraste con las costumbres francesas, sólo se trasmitía por linaje de varón. Los hidalgos eran conocidos por diversas clases, siendo los más importantes aquellos de "solar reconocido", o de casa solariega" que pregonaba la nobleza e importancia de sus ascendientes. La hidalguía tuvo su máximo esplendor en la baja Edad Media, pero terminada la Reconquista tiene su máxima decadencia hacia 1500, viéndose desde entonces los hidalgos obligados a nutrir las filas de los tercios imperiales españoles, como medio de escapar a un estado de pobreza, mejor o peor disimulado.
Pleito de los "pecheros".
A los que tomaron parte en la Reconquista y alcanzaron la dignidad de hidalgos, se les denominaba "primarios" y "secundarios" a los que después se establecieron ya en tierras conquistadas.
Entre los privilegios que el rey concedía a los hidalgos, el principal era el de "no pechar", esto es, lo que equivalía a no pagar tributos a la Corona. Esta fue la causa de que estas Chancillerías de la época se conserven multitud de pleitos entablados entre diversos personajes que se afanaban en poder demostrar su condición de hidalgos porque a veces era muchísimo más importante quedar exento de pagos y tributos, que demostrar que se era de estado noble.
A veces los hijosdalgos eran pobres, labradores de mano propia y artesanos.
La nobleza y aún el ejercicio de modestísimos oficios, no derogaba la hidalguía. En muchos pueblos existieron hidalgos que eran labradores, zapateros, comerciantes y hasta "pobres de solemnidad". Y junto a ellos convivían otras personas que eran ricas, que poseían bienes y que, sin embargo, eran "pecheros" tenían que pagar los tributos "y todas sus haciendas no les bastaban para alcanzar la hidalguía".
Los hidalgos pertenecían, en su gran mayoría, a las clases medias, y por lo general, seguían el nivel de riqueza de las regiones en las que estaban establecidos. Sería muy aventurado decir que la pobreza fuera general entre los hidalgos, pero que no nadaban en la abundancia queda destacado por un escritor de nuestro siglo en su "España vista por los extranjeros". A este respecto, en lo que se refiere a los hidalgos castellanos dice: "La hora de comer se acerca; la señora aguarda; el hidalgo a su casa. Los caballeros nobles no tienen nada en sus casas, hay que comprar al día las vituallas. Torna a salir el hidalgo y compra para los tres -amo, señora y criado- un cuarto de cabrito, fruta, pan y vino. Modestísima es la comida. No alcanza más la hacienda de un caballero castellano".
Y este hidalgo aún puede considerarse entre los afortunados porque al menos aunque poco, ha podido adquirir alimentos por modestos sean. Otros, ni eso podían, al estar sumidos en la más absoluta miseria. Los hidalgos del siglo XVII se dividían en tres grupos, claramente diferenciados entre sí:
- Los terratenientes de modestos predios que vivían de su hacienda.
- Los hijos de familias arruinadas, o los que alcanzaron la hidalguía por el número de hijos que hubieron de emplearse como labriegos o declararse pobres de solemnidad.
- Aquellos que para huir de la miseria se enrolaban en el Ejército. El pueblo español siempre se ha caracterizado por su ingenio. Ocurre que para alcanzar la dignidad de hidalgo, o lo que es igual, librarse de la pesada carga de los tributos, impuestos y pagos al Tesoro Real, existía un medio en el que nada tenía que ver la sangre y sí la bragueta, hasta el punto que, a aquellos que conseguían la ansiada dignidad, se les denominó así "hidalgos de bragueta".
El procedimiento no podía ser más simple: consistía en demostrar ante las Reales Chancillerías encargadas de solventar los pleitos de nobleza y probanza de limpieza de sangre, que se habían tenido como hijos a siete varones seguidos naturalmente en legítimo matrimonio. Los que se engendraban fuera de tan sagrado vínculo no se tenían en cuenta. Un hombre podía tener no un hijo, sino veinte con otra mujer que no fuera su esposa y para nada le valía si lo que pretendía era alcanzar la condición de hidalgo. Ahora bien, si podía demostrar palpablemente y sin la menor duda que su mujer legítima había parido siete hijos varones y él era el padre, con eso bastaba para que se le extendiera la oportuna documentación que lo acreditaba como hidalgo. Y no importaba que el solicitante fuera humildísimo, que no tuviera ni un maravedí, que fuera pobre de solemnidad y aún mendigo o que fuera un total analfabeto, sus siete hijos varones lo convertían en hidalgo y con ello naturalmente, se le terminaban apuros y agobios para el pago de los onerosos tributos al Tesoro.
Esto explica que en la España del Siglo XVIII, con nueve millones escasos de habitantes existieran nada menos que seiscientos mil hidalgos. O sea que aquel que no lo fuera a nadie podía culpar de no serlo. Bastaba con la procreación y tener a su esposa en los mejores años de su vida, en un embarazo casi perpetuo. Siete hijos y a otra cosa. Pero ¡ojo! tenían que ser varones, las hembras no contaban. Desde un punto de vista moderno este hecho se puede enjuiciar como un premio a la natalidad. Algo semejante a los beneficios de que gozan las familias numerosas de nuestros días.
Aquel que quería ser hidalgo lo único que tenía que hacer era "empreñar" (usando la terminología de la época) a su mujer siete veces y rogarle al Santo de su devoción que en las siete ocasiones los hijos venidos al mundo fueran varones, y si estos no eran seguidos, y por medio se metía una hembra, la alegría podría traducirse en llanto y crujir de dientes.
Quizás de ahí viene aquel refrán de "mala noche y encima parir hija".
Como es natural, la nobleza de sangre nunca estuvo muy de acuerdo con este tipo de concesión de hidalguía. Que el noble, cuya dignidad le venía por los méritos guerreros hechos por sus antepasados y presumiera de su limpieza de sangre, se cruzara en la calle de su pueblo con un porquerizo llevando una piara de cerdos que, por haber tenido siete hijos seguidos poseía la misma dignidad que él, debía ser cosa harta de soportar para el primero.
Hijosdalgos nobles luciendo sus pendones.
La nobleza entendía que para alcanzar la concesión de hidalguía debía llegarse por otros cauces y siempre mantuvo una línea de conducta en la que, a pesar de cédulas de reconocimiento, en lo que a ella respecta, no reconocía a los hidalgos procreadores a los que, despectivamente se les denomina como "hidalgos de bragueta", y es que el número de estos llegó a ser excesivo, existiendo regiones como Cantabria donde proliferaron tanto que se llegó a decir que todos sus habitantes eran hidalgos. La nobleza sostenía que la medida era perjudicial para los intereses de la Corona puesto que con tantos "hidalgos de bragueta", se reducían los ingresos del Tesoro Real, al estar exentos de los tributos. Más como nada podía hacer para impedir que determinado individuo "empreñara" a su mujer cuantas veces le viniera en gana y ella se dejara, lo que hizo fue poner a los "hidalgos de bragueta" cuantos impedimentos podía, con el fin de impedirles llegar a las Órdenes Militares o a otras instituciones de elevado rango, que debían reservarse exclusivamente a los hidalgos solariegos y de sangre.
Se conoce el caso de un hidalgo de Cazorla, de vieja raigambre, solera vieja de las tierras del Adelantamiento, don Vicente Fernández de Angulo, que cría hijos varones para Dios y para el rey, y entre ocios y trabajos se prepara a bien morir como buen cristiano viejo. Veamos lo que el mismo nos cuenta en su declaración a una distancia de doscientos cincuenta años: “Tengo una casa principal en la calle que llaman de Santiago en esta villa de Cazorla, la cual, por haberme dado Dios siete hijos varones, labré con aquella capacidad que necesitaba, para que dichos mis hijos pudiesen habitar con alguna conveniencia luego que la Majestad Divina fuese servida de llamarme para sí, que no podrá naturalmente ser dilatado el tiempo, respecto a que a veintitrés días del mes de febrero próximo venidero cumplo setenta y cuatro años. Y la dicha mi casa tiene un jardinico con ocho naranjos chinos, una lima agria, un naranjo, cuatro higueras y algunas flores”.
Estaba casado este hidalgo con doña Teresa Ruiz y Salido, de cuarenta y dos años, de cuyo matrimonio nacieron siete hijos varones “todos por la gracia de Dios hijosdalgos, y sus abuelos oriundos del Valle de Mena, en las Montañas”…
Los "bragueteros" sostenían, por el contrario, que ellos eran tan hidalgos como los otros y de ahí los numerosos pleitos que, como ya dejamos indicado, se promovían en las distintas Chancillerías y Audiencias Reales. Los hidalgos de sangre, ya que no podían hacer otra cosa, ponían todo su empeño en enredar de tal modo el asunto que la decisión final de reconocimiento de hidalguía al "braguero" tardara años y más años en solucionarse ya que mientras esto no ocurriera, el solicitante estaba obligado a seguir pagando los tributos.
Hijosdalgo noble medieval.
Estas demoras eran fatales para los que aspiraban a la obtención de la hidalguía por medio de la bragueta. Al hidalgo castellano, y basta con consultar la novela de la época, siempre se le representa como arruinado y viviendo en la más absoluta penuria. Lo curioso del caso es que, apenas alcanzaba la condición de hidalgo, y aunque rabiara de hambre y no tuviera para dar de comer a los siete hijos engendrados para conseguir la ansiada dignidad, se mostraba de inmediato muy orgulloso de su estado social y ya no quería ejercer oficios que antes sí practicó, juzgando como una deshonor el trabajo, hasta que el rey Carlos II decretó que la hidalguía era perfectamente compatible con el ejercicio del comercio u otras actividades artesanas que no degradaban, ni menoscababan al hidalgo que las ejerciera. A partir del siglo XVIII se fue acelerando el proceso de descomposición de una clase que ya no tenía sitio alguno en el nuevo contexto social y económico.
Es a través de nuestra literatura del Siglo de Oro y posterior como mejor ha llegado a nosotros la figura del hidalgo español, tan zarandeada, que unos lo muestran para ensalzarlo y otros lo ridiculizan a través de la trama de muy urdidos relatos.
Cervantes lo pone en labios del Caballero del Verde Gabán, aquel don Diego de Miranda, hidalgo manchego y rico, un estupendo panegírico de los hombres de su estado, personificado en él al caballero esplendido, hogareño, amante del terruño, sabedor de cosas cumplideras al gran negocio de la salvación de su alma, enemigo de toda murmuración, devoto de Nuestra Señora y siempre fiado de la misericordia de Dios.
El anónimo de El Lazarillo, o Quevedo en su Buscón, presentan hidalgos de otra traza. Mentirosos, fulleros, mal vestidos y peor comidos, caballeros de industria, de cabeza henchida de ingenio y escarcela ayuna de doblones…
Pero esta tipo de hidalgo solía darse más en las grandes ciudades, porque en los pueblos de corto vecindario como Higuera de Arjona solía ser de corte parecido a don Diego de Miranda, o como el caso del cazorleño que hemos relatado, rustico y algo erudito, que lo mismo vestía blusa para realizar las más campesinas faenas, que se adorna para ocasiones con las galas de una levita de lo más cortesano.
Los hidalgos desaparecieron definitivamente como grupo social en los primeros años del siglo XIX.
Cervantes, tan certero siempre, dice” Es grande la confusión que hay entre los linajes, y sólo aquellos parecen grandes e ilustres, que lo demuestran en virtud y en la riqueza y liberalidad de sus dueños. Dije virtud, riqueza, y liberalidad, porque el grande que fuese vicioso será vicioso grande; y el rico no liberal será un avaro mendigo” (Quijote, capítulo VI de la II parte.)
Debe ser un objetivo en nuestras existencias el comportarnos con nobleza, ser nobles y limpios de corazón que, en nuestro caso, es lo mismo que ser hidalgos. Y si esto está anticuado, más antiguo es comer, fornicar, pintarrajearse la cara, cazar o pescar.
"Importan las cosas pasadas porque en algún modo son, como diría San Agustín, "presente de pasado"; y porque en ellas, al menos como lección, puede haber algún "presente de futuro".
Estas palabras que a mi me tienen encandilado, desafortunadamente no son mías. Están recogidas en el Prólogo de un libro cuyo título es: El Hidalgo y el Honor, cuyo autor se llama Alfonso García Valdecasas y fue editado por la Revista de Occidente (Madrid), allá por 1947.
La mayoría de los hidalgos eran llamados hidalgos de gotera, dado que su condición noble no iba más allá de los límites del pueblo. Me imagino que dada la sencillez de estos referidos vecinos de Higuera de Arjona, nuestros paisanos hijosdalgos lo serían de los promovidos por la disponibilidad de su bragueta y la de su digna esposa, al tener siete hijos varones seguidos, aunque en otros documentos se registran que debían ser doce varones.
Los había también que disponían de su hidalguía por los servicios hechos al rey, en las guerras y otros que lo compraban el título por tres mil ducados, pero estos modos de adquisición no fueron los habituales, menos en Higuera de Arjona. El hecho de que no hayamos podido tener constancia de alguna casa solariega de estos hijosdalgos en Higuera de Arjona, nos da muestra de su escasa capacidad económica, pues era habitual que los nobles se dotaran como signo de distinción y prestigio social, de una casa con esos signos de poderío económico y nobleza, colocando en el frontispicio de la puerta el escudo esculpido en piedra de su condición nobiliaria. Tan sólo recuerdo haber visto en la calle Blas Otero un escudo, que su actual dueña destaco con la brocha y pintura encima de su puerta. Una pena, como lo fue que se pintara la Cruz de la Orden de Calatrava en el brocal de piedra del pozo del Chorrillo, que parece ser, fue el que dio nombre al pueblo cuando se llamó Fuente de la Higuera. Hemos tenido poco que guardar, por desgracia, pero lo poco que había que guardar, que mal se ha guardado.
Pozo del "chorrillo" donde se encuentra tallada y pintada la cruz de la Orden de Calatrava.
Habrá que retomar el nombre de las calles, poner los nombre originales que se conozcan, y dejar esa costumbre de cambio de nombres de calles cuando los políticos de turno lo desean por imposición o gusto del momento. ¿Qué sabrán los vecinos de la calle Blas Otero de este personaje?
Algunos apellidos hay en Lahiguera que pueden ser descendientes de los antiguos hijosdalgos, pero ahora con las comodidades de la vida y lo que cuesta criarlos parece que han abandonado su antigua condición cuasi nobiliaria; con todo lo que los tiempos y los aprendizajes en eso del amor nos han enseñado...
De todas formas reconozcamos el mérito de que entre 102 vecinos y 95 casas tuviésemos seis caballeros hijosdalgos nacidos allí y otros dieciséis que siendo originarios de otras poblaciones eran vecinos de Higuera de Arjona por necesidades de su hacienda o profesión.
Termino cumpliendo con ese deber de gratitud, haciendo patentes la amabilidad, y deferencias del personal de los Archivos Histórico Provincial y de Hacienda de la ciudad de Jaén. Desde estas páginas el más expresivo y sincero agradecimiento.
Granada 06 de Junio de 2012.
Pedro Galán Galán
BIBLIOGRAFÍA:
Hidalguías de Jaén. Sáez Gámez, M.1979. Instituto Salazar y Castro. (C. S. I. C.) Madrid
El Hidalgo y el Honor. García Valdecasas, A. 1947. Revista de Occidente. Madrid
Enlaces consultados:
http://www.heraldaria.com/hidalguia.php
http://www.heraldaria.com/calatrava.php